Una mezcla fecunda de confianza y temor hacia la palabra alimenta toda la poesía de Antonio Cillóniz, desde su Verso Vulgar, que en el lejano 1967 afirmó su presencia original como miembro heterodoxo de la llamada "generación del 70". Al, final, después de una larga lucha puesta en escena en sus poemas, acaba por triunfar siempre la voluntad de escritura, a través de una terca construcción formal que se opone al vacío y al dominio inerte de la angustia personal y colectiva. En este ensayo más reciente de su búsqueda inquieta e incesante, se advierte claramente, como motivo de fondo, el sentido de una carrera contra el tiempo. Frente a una realidad que parece cada vez más desmoronarse y vaciarse de significados, el poeta opone su voz esencial, casi descarnada. El proceso de eliminación sistemática de todo lo que no resulte estrictamente necesario para detectar la verdad profunda llega en este libro a su culminación estilística.
La verdad del poeta, por otra parte, tiene el mismo carácter absoluto y no negociable de la verdad del niño. Emana de una idéntica raíz originaria, aunque su palabra está dispuesta a someter su impulso primario al control del pensamiento y a la elaboración orgánica de sus implicaciones. El tono meditativo, ya practicado ampliamente en la obra anterior, es otro rasgo fundamental de este libro. En este caso se concentra sobre todo en la reflexión sobre el paso despiadado del tiempo, que se manifiesta con igual violencia en la vida personal y en la historia colectiva. El tiempo humano irreversible se contrapone al tiempo cíclico de la naturaleza, descubriendo nuevos matices dolorosos de un tema tan antiguo como la misma poesía.
La cuidadosa organización de la obra en secciones y subsecciones, ya iniciada en los primeros libros y acentuada con La constancia del tiempo, indica claramente el perseguimiento de un objetivo al mismo tiempo unitario y articulado, donde la síntesis es un punto de llegada conseguido sin buscar atajos o ignorar las contradicciones. Esta construcción rigurosa del trabajo poético representa uno de los aspectos más originales de su presencia en el panorama actual, caracterizado muchas veces por la dispersión y una forma de fragmentismo, que suena a veces como un acto de renuncia frente a los desafíos de una realidad indescifrable. Cillóniz no se dedica a ensamblar artificialmente o casualmente poemas concebidos en origen como un cuerpo autónomo, sino que desarrolla con coherencia un discurso envolvente, que culmina naturalmente en la estructura del libro. Como en una sabia telaraña, al final de este procedimiento, queda atrapada la realidad profunda y no la mera contingencia fenoménica.
Sin embargo, en Según la sombra de los sueños, encontramos también una serie de referencias puntuales a la historia del Perú. Desde la conquista española hasta los acontecimientos de los años más recientes, aparecen en estos versos no las manifestaciones epidérmicas sino la esencia íntima de las etapas que han marcado la experiencia del país andino y configurado su rostro inconfundible. Desde la perspectiva y el pathos de la distancia, desde la España donde vive a partir de sus años juveniles –fuera de un breve intervalo en los Setenta, cuando regresa provisionalmente al Perú en la época contradictoria del gobierno velasquista–, capta con lucidez la alteridad de su propia tierra, nunca tan cercana. La huella de la dominación colonial ya evocada en los libros anteriores, prolongada en la época republicana, ha marcado de manera indeleble su sociedad enajenada. El tema de la identidad peruana tiene que confrontarse siempre con ese evento epocal. De allí proceden los aspectos fundamentales que han ido conformando su singularidad, en el panorama latinoamericano hasta hoy.
La reflexión sobre la historia peruana, antigua y reciente, confiere a estos poemas un tono sentencioso, a veces compendiado en una forma epigramática. Este compromiso permanente con la realidad, que no tiene nada que ver con el inmediatismo político y su retórica, es su aporte efectivo y coherente a la lucha contra la transformación de la poesía en un ejercicio hueco o en un mero producto mercantil. Desde la humillación nacional de la Guerra del Pacífico hasta la matanza de los penales durante el gobierno de Alan García, desfilan en estos versos las señales de la infamia reiterada, que asume las connotaciones de una auténtica maldición histórica. La poesía recupera así todo su poder de conocimiento, de iluminación de una realidad ocultada o tergiversada, haciéndose cargo al mismo tiempo de su complejidad. Pero consigue este resultado con sus propios medios expresivos, sin usurpar el lenguaje de las ciencias sociales. Por eso sus logros son más efectivos, tanto en el terreno poético como en el mismo terreno político, si se entiende esta palabra en su acepción más amplia.
Por otra parte, la dimensión histórico-social coexiste exitosamente en este libro con el balance cuidadoso e intransigente de la existencia personal. Cillóniz vuelve, una vez más, a enfocar la vida desde el punto de vista de la muerte, una muerte advertida como la comprobación más fehaciente del itinerario vital, como uno de los pocos puntos de referencia firmes. De allí, tal vez, ese curioso aliento "póstumo" que emana de sus versos, en una línea que se vincula con la, tradición de los "diálogos de muertos" ; desde los clásicos griegos y latinos hasta las prosas líricas de Giacomo Leopardi. Sin embargo, en este caso también, el poeta consigue proporcionar carne y sangre a sus meditaciones, que por eso mismo no tienen ningún carácter abstracto. La infancia aparece como la edad decisiva para intuir el sentido del mundo, resumido en voces, colores, sabores. Desde su condición de exiliado voluntario, la evoca como una clave para comprender la vida en su totalidad.
En una trayectoria que abarca ya cuatro décadas de ejercicio poético, este libro representa un viraje decisivo, a pesar de sus elementos de continuidad con la obra anterior. Sin abandonar el tono problemático de su discurso lírico, Cillóniz asume plenamente y soberanamente la responsabilidad de la palabra, a partir de una autoconciencia cumplida del oficio literario. Consigue en esta obra una extraordinaria transparencia de lenguaje, que corresponde perfectamente a una mirada luminosa y penetrante sobre el enredo de la vida humana. Por eso su mensaje poético intenso adquiere también el significado de un modelo intelectual, ofrecido con firmeza y dignidad en el desierto de estos años que estamos recorriendo.